sábado, 31 de mayo de 2008

La orilla llega a Santa Fe


Desde el ppdo. jueves 29 de mayo, La orilla que se abisma se está proyectando en el cine América, ubicado en la calle 25 de mayo 3075, de la ciudad de Santa Fe. Los días y horarios de proyección son los siguientes:


* Jueves: 20:15 hs.
* Viernes 18:00 hs.
* Sábados: 17:30 hs.
* Domingos: 18:45 hs.
* Lunes: 19:15 hs.
* Martes y Miércoles: 22:15hs.

Los socios del Cine Club y los Jubilados, abonan un precio especial por entrada de $6; los empleados bajo Convenio ATE, $3.

En otro orden de cosas, los invito a leer una nota sobre mi película, publicada en Revista "Ñ".

Nos vemos pronto.

Gustavo

viernes, 9 de mayo de 2008

La orilla que se abisma, en Entre Ríos

Me llegó tarde la noticia, y no pude informarla a tiempo a través del Blog.

Ayer, el ciclo televisivo "FICCIONES DE LO REAL", que transmite Canal 7, a las 22 horas, exhibió EL ARBOL, mi ante última película. Me habría gustado que aquellos que no la vieron en su momento la conocieran, pero me fue imposible... Una lástima.

Espero que en futuro cercano regrese al aire, y poder llegar a tiempo.

De todas maneras, tengo una buena noticia para darles.

Aquellos que residan en Paraná, Entre Ríos, podrán ver LA ORILLA QUE SE ABISMA en el cine REX. Desde ayer está en cartel, y se suma a la segunda semana de exhibición en las tres salas capitalinas que la están exhibiendo.

Hoy les estoy escribiendo desde allí, y a las 20 hs realizaremos la función estreno junto a mucha gente que trabajó conmigo, y que fue la que hizo posible que me "encontrara" con ese gran poeta que fue Juanele.

A mi regreso, compartiré con ustedes esta experiencia.

Gustavo

martes, 6 de mayo de 2008

El navegante lúcido y el pasajero invisible

Sin palabras. Ahí está el río abriéndose en un plano. Sobre el agua y a bordo de un bote la cámara se adentra en un viaje de fuga. ¿Fuga de qué? Quizás del significado, tal vez del sentido. ¿Y acaso la poesía no es eso?: una permanente fuga del sentido y las palabras, ¿hacia dónde van? Habría que preguntarle al poeta. Pero el poeta ya no está, no existe y entonces qué mejor manera de evocarlo que imaginándolo, pensándolo, reinventándolo en un cúmulo de sensaciones visuales como si estuviera allí en el río, en ese bote que lo surca, acompañado de un navegante lúcido. Ese navegante es Gustavo Fontán, artífice de La orilla que se abisma.

Y si de orilla se trata lo que el director de El árbol intentó con esta obra es pararse a orillas del cine experimental o lo que muchos denominan de vanguardia, a partir de un viaje por la poética del escritor y poeta entrerriano Juan L. Ortiz.

Igual que en su opus El paisaje invisible que traía a la memoria la figura del jujeño Jorge Calvetti, también poeta, la idea de viaje se hace presente en la manera con que Fontán aborda los recuerdos y la memoria. Pero ese viaje en el caso de La orilla… es más hacia adentro que hacia fuera. El adentro de lo que pudo haber inspirado al poeta cuando vivía rodeado de la naturaleza; el adentro de ejercer -sin saber muy bien cómo- el hábito de la contemplación para deslumbrarse con lo que no puede abrazarse, como la naturaleza. Por eso, es la cámara y sólo ella la que logra captar la esencia de la naturaleza sin recortarla en un único significado como suele darse cuando se utiliza una palabra.

La cámara de Fontán escudriña en los recovecos de las texturas y se maravilla cuando descubre, por ejemplo, los colores vivos o el ojo huidizo de un gato que apenas aparece. ¿Le gustarían los gatos a Juan L. Ortiz? Seguramente, de ellos admiraría el halo de misterio, el enigma que se lee en sus rostros o simplemente quedaría atónito porque son animales, como con los árboles, o con el viento, o con el río, o con los bosques… Un torbellino de imágenes, de colores que por momentos convierten al río en una pantalla oscilante. Es ese cine oscilante. Puro, inclasificable, impenetrable el que se respira en cada plano del opus de Fontán que debe mucho al gran aporte de la fotografía de Luis Cámara.

¿Cómo plasmar en un lenguaje cinematográfico el mundo interior y la inspiración de un poeta, sin traicionarlo, sin agotarlo en un anhelo casi imposible? El realizador de El Canto del cisne parece haber encontrado un camino: reinventándolo. Eso es lo que se respira en esta apuesta a los valores expresivos del cine, donde la recreación de un viaje por el río nos conecta con el mundo interior del poeta entrerriano, quien aparece entre las imágenes como una suerte de fantasma sin rostro; que se disipa en la bruma del recuerdo pero que vive en cada latido de la naturaleza que está allí, majestuosa, imponente, inescrutable como la mirada que surca el río y se pierde en un naufragio de palabras transportadas por el viento y el silencio. Palabras que no pueden escucharse aunque se sienten, se palpan, del mismo modo que la presencia-ausencia de Juan L. Ortiz.
Pablo E. Arahuete

PUNTAJE





Publicado en CINEFREAKS, el 5-5-2008

sábado, 3 de mayo de 2008

El suspiro de los árboles

Página 12 - Viernes, 02 de Mayo de 2008

El realizador de Marechal o la batalla de los ángeles y El árbol se interna en la obra del gran poeta entrerriano Juan L. Ortiz, pero evita tanto el documental como la tentación de ilustrar su lírica en imágenes, para proponer en cambio un diálogo con sus versos.

Por Juan Pablo Cinelli

Hay un gato que se va quedando quieto entre el pasto, y a veces mira a cámara directamente: los actores no deben hacer eso. La cámara lo muestra desde diferentes ángulos, siempre ahí. Un pájaro viene a pararse detrás de él, pero a ninguno de los dos parece importarle. Hay lugar para ambos.

Después los árboles, sus ramas, sus hojas en primeros planos tan cerrados que casi no se puede ver más allá, y enseguida la lluvia. Los sonidos se van superponiendo, tramando un colchón sobre el que las imágenes se derraman; pronto no hay diferencia entre ellos.

Como si nadie la condujera, la cámara encuentra el río y lo sigue como a un Dios que lo abarca todo. Incluso al hombre, otro detalle del paisaje que casi puede ser visto con claridad, pero también de-sencajado por un fuera de foco que lo funde a las sombras verdes y grises de la ribera. Los reflejos sobre la corriente atestiguan que otra imagen del mundo es posible. No es raro que un colega cediera a la tentación de dormirse en primera fila: todo aquello bien podría ser la duplicación de un sueño.

Basada en los versos del entrerriano Juan L. Ortiz, La orilla que se abisma tiene algo del viejo cine mudo, apenas musicalizado por una orquesta en vivo que aquí es reemplazada por el sonido del viento entre los árboles, de la lluvia sobre el agua viva del río como quizá pudo haberla oído tantas veces el poeta.

Tal cual haría aquél, el director Gustavo Fontán y su equipo parecen haber realizado un análisis de los recursos disponibles (y posibles) para revivir esa mirada, haciendo coincidir fondo y forma en una construcción poética levantada a partir de elementos puramente cinematográficos: la imagen, su color y su contorno, y el modo en que la luz se confunde en ellos, definiéndolos o esfumando a uno contra el otro hasta obtener un objeto nuevo, a veces sereno y otras angustiante, como producto único de esta particular observación.

El film dialoga con la obra de Juanele, pero sin ser una pregunta ni una respuesta a sus versos; a cambio, consigue traducirla sutilmente al lenguaje de la fotografía en movimiento, sin traicionar la delicada esencia del original. La orilla que se abisma no es un documental: el documental equivale al ensayo y aquí no hay otra cosa que poesía.

Tal vez ésta no sea una película para recomendar a un público masivo; desde sus principios estéticos, el film de Fontán se aleja deliberadamente de la masividad, proponiendo una obra que es fruto de una mirada de decidida intención poética, y ya se sabe que la poesía es el menos comercial de los géneros literarios, incluso cuando se elige imprimirla sobre celuloide con trazo amplio y luminoso.

A todo esto, ¿quién fue Juan L. Ortiz? Antes de arriesgar un retazo biográfico que será tan inútil para sus amantes como breve para quienes no lo conozcan, desde aquí se recomienda buscar su perfil en el volumen de su obra completa. Será un triunfo si se gana otro lector para sus versos.