Hace unos años, Alicia Silva Rey me habló de Arnaldo Calveyra. Me pasó algunas entrevistas y me prestó un libro: “Diario del Fumigador de guardia”
Calveyra nació en Mansilla, Entre Ríos, en 1929.

Mientras estudiaba Letras en la Universidad de humanidades de La Plata consiguió un trabajo. Lo cuenta el propio Calveyra:

“Encontré un trabajo de fumigador de barcos. Era un trabajo muy insalubre, peligroso, había que tener una máscara. Abajo nos esperaba un equipo médico y había que aventurarse siempre de a dos, nunca aventurarse solo a los sitios donde se inyectaba el ácido cianhídrico… Yo estaba muy contento, escribía, escribía mi diario”

“Diario del Fumigador de guardia” se publica por primera vez en Francia, en 1987, treinta años después de su escritura. Hace unos días volví a visitar el libro, breve, abrumador. Me emocionó, como en la primera lectura, la voluntad por encontrar poesía entre los hierros oxidados, el gas y las ratas.

Comparto con ustedes un fragmento:

“Para hacer tiempo, luego que inyectamos el gas, porque no vaya a resentirse de poca importancia la importancia de nuestra tarea, nos vamos a cubierta, al abrigo de los médicos y de los empleados municipales, de cara al canal y a los barcos más grandes, los vidrios de mi máscara empañados por la respiración, el capataz cuenta con los dedos las latas de cianhídrico que hemos abierto.

Disfrazada, la realidad se asoma con delicadeza de esa voz vestida de elefante, mi amigo de la infancia llega para asombrarme con alguna visión que lo estará visitando.

Me tiendo en cubierta, no a descansar sino a aguardar la irrupción de la memoria”.

Saludos a todos.

Gustavo

(Ediciones VOX, de Bahía Blanca, publicó en 2002 “Diario del Fumigador de Guardia”)