domingo, 16 de diciembre de 2012

Diario de EL ROSTRO - ULTIMA ENTREGA



Amigos:

Para cerrar el año, quería compartir una nueva y última entrega del diario de El rostro.

Aprovecho a desearles un buen comienzo de año.

Un abrazo

Gustavo

25 de noviembre de 2012

Hoy Maldonado nos contó que lo visitó Dios. Celia, su mujer, es epiléptica y dos veces, desde un bote se cayó "muerta" al río, y la sacaron con las dificultades comprensibles. En otro de esos ataques cayó  al fuego también, y tuvo quemaduras importantes. En ese momento, cuenta Maldonado,  lo visitó Dios  en forma de pájaro de luz.

También comenzamos a filmar parte de la secuencia final. Gustavo se marcha. Los que estuvieron con él lo observan marchar. Van llegando, aparecen de la espesura, miran a cámara,  entre los árboles, fugaces, serenos, para despedirse.  Gustavo se sube al bote, empieza a remar. Desde la orilla, lo mira su padre.

Gustavo rema, vuelve  al río donde  ya no hay niebla sino sol y reflejos dorados en el agua. De pronto, Gustavo  se pierde  en los reflejos. Lo vemos y ya no lo vemos más. Queda un  inmenso reflejo dorado que dura, sólo eso.

Una tarde para callarnos.

Una tarde para observar el golpeteo de  los pájaros nuevos sobre el aire de la orilla en la que estamos.

Un último azul, intenso, para después.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

increíble...solo para leer, observar e imaginar...

Alice dijo...

Cuando llegue el último instante
no deberemos examinar genealogías sino el rostro.
Su floja benevolencia admitirá que el infierno
es castigo tonto, pues castigo de verdad
es encontrarse con una memoria alimentada y lúcida.
Y si el alma no es especialmente cobarde
podría intentar esta razonable excusa:
Amigos muertos, llego hasta ustedes
como una bestia enferma, más pálida,
más flaca que de costumbre.
Ay amigos, qué exquisita es sin embargo
la indecisión que compone una partida,
elegir entre quedarme en un páramo llamado cama,
y la raíz que casi veo y toco.

Deseo ser lo que me espera, apariencia muda,
y nadie habrá cambiado menos que yo
por el minucioso eclipse que disuelve el cuerpo.

Ya voy, amigos.

Alberto Girri, "Juicio Final",1947.