domingo, 30 de septiembre de 2012

Diario de EL ROSTRO (9)



15 de septiembre de 2012

El río, entre las islas, forma  arroyos y cada uno de ellos recibe un nombre. Es muy difícil, para los que vamos de "afuera", reconocerlos; porque mutan, porque se parecen, porque -llevado y dejándose llevar- uno pierde rápidamente las referencias. 

Es muy difícil, también, para los que no somos de ahí, leer el río en su hondura concreta:  las profundiades (ocultas o apenas sugeridas en la mansedumbre aparente del agua), o  los cruces de corrientes a las entradas y salidas de los arroyos, siempre riesgosas, que exigen una particular dirección del bote, por ejemplo.
No es así para Maldonado, quien nos guía. Hay un saber, más allá de los nombres, que le permite accionar con naturalidad y armar recorridos simples. Esa dimensión del saber, aunque no es formulada, no desaparece: subyace y recoge una historia y una genealogía y se proyecta en el presente y en el futuro.

La persistencia de ese saber en Maldonado  le da la verdadera dimensión a nuestros viajes.
Buscar en estas ideas las claves del montaje.
Todo está ahí.

20 de septiembre de 2012

Ella le dice: Sabía que ibas a venir, ayer soñé con tu padre. En el sueño nos miraba.
Ella no habla. De pronto está junto a él, comen pescado. El saca una posta de patí de la olla y se lo alcanza.El río está detrás. Hay viento, un  murmullo en las ramas casi peladas. En el agua, unas leves oscilaciones plateadas.
Tal vez: se insinúa la primavera.

Le pregunto a la mujer de Godoy (ella se asoma a la puerta de la casa, camina con dificultad): ¿Qué piensa cuando su marido se va al río?
Me mira, como si mi pregunta le trajera un fantasma: Sólo pido que vuelva.
Ya no habla. Se mete de nuevo en la casa.
Persiste por unos instantes la forma de su cuerpo en el espacio vacío.
Sus palabras duran, más allá.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Diario de EL ROSTRO (8)


29 de agosto de 2012

Encuentro sencillo con el mundo (eso decía en una nota de julio): hay algo, en el fondo de esas palabras, que hay que pensar.
Hoy diría, tal vez: encuentro sencillo con las cosas.
¿Por qué?
Quizás, porque el contacto con las cosas nos salva de una belleza distante, previa, y nos pone ante los destellos intensos, impuros siempre, de la vida.
Eso sí: el contacto con las cosas parece exigir la paciencia de un corazón solitario, el corazón solitario de un grupo.

30 de agosto de 2012

La imagen de El rostro: ¿sombra de qué?
La imagen de El rostro (fundamentalmente la del plano): más cerca del mundo que de la mirada.
En el contacto con las cosas uno puede perderse, es el riesgo siempre. (Me pregunto, una vez más, qué significa para Godoy meter sus cosas en la canoa y perderse).
Tarea del grupo: nos acompañamos para no perdernos.

3 de septiembre de 2012

Escucho la grabación que hicimos con Godoy: no me acordaba que se había puesto a silbar mientras sacaba agua de su bote. Abel  lo grabó.
Escucho su silbido, una y otra vez, y pienso: solo, en el río y en la isla, debe haber tenido mucho tiempo para escuchar a los pájaros. Su silbido nace de ese contacto, paciente, sincero.
Ésa es la clase de belleza que nos interesa.