domingo, 28 de septiembre de 2014

Sol en un patio vacío (5)



 

Apuntes para una película

Dice algo sobre su padre. Lo murmura y se queda en silencio: mi padre, junto a la higuera…Parece que va a decir algo más pero no habla. Recuerda a su padre en una calle abismada, muy lejos de la casa y de la higuera.

Dice que ya no se acuerda de nada, que se olvidó de todas las palabras de la Biblia. Sola esa imagen de su padre junto a la higuera.

Y hay, algo así, como una huella trazada en el aire y en sus ojos.
Filmar esa huella, darle desarrollo y autonomía. 

Irse de una casa para llegar a una casa.
Siempre un viaje de ensueños, donde hay dos espejos: el de la vida y el de la muerte.

4 comentarios:

Alicia Silva Rey dijo...

Padre. Higuera. Biblia.


He escrito unas cuantas páginas al respecto, incluyendo un ejercicio de guión cinematográfico que calificaste de "imposible de filmar".
Aún lo conservo. El mío y tu reelaboración de aquél, magnífico trabajo de reescritura el tuyo, entonces, Gustavo. Saludos.

Gustavo dijo...

Hola, Alicia.
Me acuerdo perfectamente de esas bellas imágenes.
Un abrazo
Gustavo

Anónimo dijo...

Estimado Gustavo, se me hace un deber ético formularte el sgte comentario y es el de calificar como errónea-por no decir deleznable- tu intención de ilustrar la vida de esos pobres desgraciados, que padecían psicosis, como fueron Jacobo Fijman y Calvetti. Y muy probablemente Juanele. Esta vocación de demorarse en observar la conducta de aquellos que han perdido la razón no es novedosa, qué va!. Desde la noche de los tiempos los poderosos de turno se han solazado sádicamente en rodearse de aquellos desventajados, ver, sino el cuadro Las meninas, de Velázquez. Y, más cerca, el caso del sr J. Manuel de Rosas (pego parte del reporte de otro blog): Rosas como era frecuente en los gobernantes, tenía marcada afición a rodearse de locos bufones. Se cuenta que en su juventud gustaba de frecuentar los puestos de las recovas de la plaza de la Victoria, armando juerga en torno de algún negro o mulato extraviado de juicio, que mezclaba las procacidades de su delirio con risueñas retóricas de exaltado patriotismo.
En la década de 1820 contaba entre sus amigos de confianza al profesor italiano de retórica Vicente Virgil, que arribó a nuestro país en 1813 y quien le interesaba más bien por sus locuras que por sus humanidades. Cuatro locos vivieron durante muchos años en la residencia del Restaurador en Palermo, con la singularidad de ser mulatos tres de ellos -el Gran Mariscal Don Eusebio, el Reverendo Padre Biguá y el Loco Bautista- y negro el más joven, conocido por el negro Marcelino. Los dos primeros eran muy populares en el vecindario y muy temidos, por la bastante picardía de que eran aún capaces. [3] Merece leerse, por ser histórica, la aventura de Eusebio en el baile de María Josefa Ezcurra, cuando Rosas lo mandó para que bailara un minué con su propia cuñada...
He nacido y me he criado en Rosario, donde, como doquiera, vivían estos y aquellos desgraciados, léase los que habían perdido el juicio, y deambulaban extraviados, y los que de ellos hacían mofa, en algunos caso con la coartadita condenable de detectar en ellos un saber autre, una posición secretamente aventajada que no todos podían detectar... sino los avisados. Es el caso del sr Hontaneres, alias Cachilo, a quien los torpes de turno trataron de elevar a la categoría de... gurú a la violeta. Reconozco, aceptaría... con dificultad, que tu intención puede haber sido animada por un espíritu... positivo. Pues bien, no creo que ello justifique demorarse en la dramática vida de tales paisanos. Seguramente podrás reflexionar al respecto. Saludos.

el despertador dijo...

Gustavo somos un medio local de Rincon nos gustaria comunicarnos contigo, el despertador es nuestra pagina. Gracias
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